Patagonia Anfibia: Entre fiordos, glaciares, bosques, cerros y ríos.

Patagonia Anfibia: Entre fiordos, glaciares, bosques, cerros y ríos.

Dicen que la aventura no comienza hasta que algo sale mal. Bueno, pues en ese caso nuestra aventura habría de comenzar en el aeropuerto de Balmaceda, el 29 de septiembre de este año, cuando nos enteramos de que uno de los petates de David había sido enviado a Sao Paulo. Parecía casi una broma del destino. El equipaje iba a parar a un lugar caracterizado por clima tropical, cuando todo lo que llevaba dentro era para soportar las penurias del frío, viento y agua. Una vez “resuelto” este problema, llegamos de noche a Puerto Grosse, en Bahía Exploradores, donde remamos por los fiordos Cupquelán y Elefantes en dos días. El primero de ellos se vio continuamente interrumpido por unos malditos pinchazos que hacían que mi bote se desinflara cada media hora. Luego de reparar el bote y para compensar las pérdidas de tiempo sufridas el primer día, el segundo remamos sin parar durante casi 13 horas. Cansados, armamos campamento en la desembocadura del río Gualas, rodeados por una bandada de cisnes de cuello negro que alzaban el vuelo entre graznidos y aleteos.

 

     Dando comienzo a la expedición. Foto de David Cossio.

 

     Intentando reparar temporalmente el bote con la esperanza de seguir               remando y aprovechar lo que quedaba del día. Foto de Agustín Ferrer.

 

Los siguientes dos días remontamos el río Gualas. Para hacerlo, nos pusimos los arneses de montaña y arrastramos los botes cual trineo sobre la nieve. Algunos tramos secos nos obligaban a portear la carga en 2 viajes. Mientras avanzábamos, muchas de nuestras conversaciones nos hacían soñar despiertos, pensando en cómo los antiguos grupos humanos recorrían estas hostiles tierras con herramientas de piedra y madera mientras nosotros no podíamos pasar ni media noche sin GORE-TEX, TIZIP, H2NO y cuanta tecnología en las que solemos gastar cuantiosas sumas de dinero.

 

     Transportando la carga desde un brazo del río Gualas a otro. Foto de               Martín Hurtado.

 

 Dando inicio a la primera jornada de remonte del río Gualas. Foto de Víctor Zavala

 

El cuarto día, armamos nuestro campamento en la ladera sur de la pequeña Laguna Gualas y nos preparamos para la llegada de la lluvia, el viento y el frio. Nuestro siguiente objetivo era intentar subir el cerro innominado, pero para ello necesitaríamos una segunda ventana. Nuestra única oportunidad para ascender, si la había, sería los días sábado y domingo. Salimos el jueves, bajo lluvia y granizo, buscando adelantar un tramo de roca y de bosque que nos separaban de la nieve. La roca, cubierta de musgo y húmeda por los días de lluvia, era tan resbalosa que nos obligó a poner dos cuerdas fijas. Así, un tramo que habíamos estimado recorrer en 1 o 2 horas nos tomó más de 5. El bosque que venía después tampoco resultó ser amigable. Si bien no era tan tupido como esperábamos, era tan escarpado que en más de una ocasión daba la sensación de estar escalando en hielo. Esa noche armamos campamento en el límite superior del bosque, encima de un húmedo mallín y absolutamente empapados. El día siguiente nevaba tan fuerte que decidimos quedarnos en las carpas. A ratos salían unos miserables rayos de sol que mendigábamos buscando secar algo de ropa.

 

Campamento base a los pies de la “Pequeña Laguna Gualas”. Foto de Víctor Zavala.

 

Vista de la Laguna Gualas (izquierda) y de la “Pequeña Laguna Gualas” (derecha), tomada luego de haber ganado algo de altura. Se puede ver también el valle del río Gualas por el cual habíamos accedido hace algunos días. Foto de Agustín Ferrer.

 

Aprovechando cada rayito de luz para secarnos luego de que el bosque y la lluvia nos dejaran completamente empapados el día anterior. Foto de Víctor Zavala.

La madrugada del sábado nos regalaría un cielo totalmente despejado y estrellado, marcando nuestra oportunidad para comenzar el ascenso. Ya de día, caminábamos hacia el norte por un filo de roca y nieve que se tornaba sucesivamente más agudo. La vista era sobrecogedora. La ruta, que no tenía más dificultades técnicas que un traverse algo expuesto y travesía en glaciar, si nos dejaba claro que sería larga y lenta de recorrer. Las laderas, completamente cargadas de nieve producto de 5 días de precipitaciones intensas, se deshacían ahora de todo el material que les sobraba. Con un rápido vistazo, pudimos contar 13 rastros de avalanchas y, más tarde, veríamos otras dos caer justo por donde habíamos planificado la ruta. Realizamos una calicata y mediante ensayos testeamos la resistencia del manto que resultó ser muy pobre. Quedaba así zanjado que no transitaríamos por la cara sur del filo, pero quizás en el lado norte tendríamos mejores condiciones. Lamentablemente, en poco más de 30 minutos pasamos de un despejado día de primavera a un crudo invierno. Así, la dudosa ventana que en teoría duraría el fin de semana había durado apenas 7 miserables horas. Decidimos bajar, y bien hicimos, porque no paró de nevar, llover y granizar durante los siguientes 8 días.

 

Víctor subiendo con el gigantesco glaciar Gualas a sus espaldas luego de haber dejado el bosque atrás. Foto de Emil Stefani

 

Nos tomó dos jornadas y varios largos de rapel bajar hasta el campamento base. Desde ahí, y sin ventanas venideras para intentar otro ascenso, nos dedicamos a pasear y conocer los alrededores. Una breve excursión al inexplorado valle del río San Valentín y una tarde de escalada en hielo en el glaciar Gualas nos mantuvo entretenidos.

 

Agustín y David camino al glaciar Gualas. Foto de Martín Hurtado.

 

David y Víctor felices dentro de una increíble grieta. Foto de Víctor Zavala.

 

Se acercaba la fecha de nuestro vuelo a Santiago y teníamos que abandonar estos hermosos valles que nos habían acogido por unas breves semanas. Remontamos el río que separa la “Pequeña Laguna Gualas” de la laguna Reichert. Luego de unas horas, llegábamos a la laguna Reichert, que cruzamos hasta su extremo septentrional sin mayores dificultades.

 

El glaciar Reichert, hace apenas 20 años, llegaba más allá del punto desde donde se tomó esta foto. Foto de Emil Stefani.

 

Cocinando en una pequeña cueva para protegernos de la lluvia. Foto de Víctor Zavala.

 

Luego de una intensa jornada a lo largo de un bosque, llegamos a la Laguna Sur, reconocida por varios de la cordada como uno de los rasgos más lindos que nos haya tocado conocer. La cruzamos hasta su extremo norte, donde armamos campamento sobre húmedos juncos. Al otro día, bajamos el caudaloso río sur, que nos arrastró casi sin esfuerzo y en poco tiempo hasta Puerto Grosse, no sin antes entretenernos con sus numerosos y largos rápidos

El Río Sur supo entretenernos con sus numerosos rápidos. Foto de Víctor Zavala.

 

Luego de haber pasado varios días en lugares remotos y poco explorados, algunos que no habían visto presencia humana antes, teníamos la sensación de volver a la realidad después de haber estado aislados en un mundo mágico y oculto, casi como sí C.S. Lewis nos hubiera lanzado a Narnia y Puerto Grosse fuese el ropero que nos devolvía a la realidad. La capacidad que tiene una experiencia del estilo en afectarnos no debe ser subestimada, ya que modifica la manera en que percibimos el mundo y sociedad que nos rodea. No necesariamente volvemos mejores, pero si cambiados.

 

Autor: Emil Stefani

Equipo: David Cossio, Agustín Ferrer, Martín Hurtado, Emil Stefani.

Víctor Zavala